Texto por Jennifer Ivette González Ortiz , nacida en el DF y residiendo ahora en el Edo Mex, Jennifer estudió ciencias de la comunicación y tiene 31 años.

En 1950 la abuelita Carmelita Moreno que vivía en Veracruz, le hizo una piñata a su primer nieto. Al niño le fascinaban los dinosaurios aunque ya de grande perdería todo el interés en ellos y trabajaría toda su vida vendiendo perfumes. 


La abuelita se esforzó lo más que pudo, se ayudó con las imágenes austeras de las monográficas de ese entonces. Trato de darle a la piñata la imagen más realista posible, pero era la primera vez que hacía esto así que por más que trato la imagen no era muy buena, pero la intención es lo que cuenta.   

Se subió a una carreta con la piñata rumbo a casa de su hija donde la fiesta estaba empezando. El nieto no pudo contener su emoción cuando vio la piñata, no paraba de tocarla, hasta la abrazó. Cuando fue momento de romperla, el festejado brincaba de la emoción por ser el primer niño de su calle con una piñata de dinosaurio, todos los golpes que le dió fueron tan fuertes que hasta sus padres se sorprendieron de su fuerza teniendo solo 9 años.


Después de romperla, todos los restos fueron a la basura que posteriormente fue tirada al mar. Nadie sabe aún como todas las partes empezaron a juntarse por sí solas, hasta volver a ser una pieza. La piñata se fue lejos de la humanidad y nado por años en el océanos, en el proceso fue obteniendo habilidades en su organismo gracias a todos los minerales del mar.


Ya era de un tamaño inmenso cuando llegó a Japón, pensó que ése lugar era el adecuado para él, empezó a explorar más y más el lugar y cuando vio a humanos después de muchos años, instantáneamente llegó el recuerdo cuando los niños lo golpearon en esa fiesta de cumpleaños y en seguida se enfureció, se llenó de odio y empezó a destruir todo lo que estaba en su paso. 

Ahí el surgimiento de Godzilla.