Los Petizos de Carricitos
por Alex Koumori
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Texto por Maximiliano Rodríguez desde Puebla con 19 años de edad.
La vida era tranquila, tal vez hasta monótona en el Rancho Carricitos; un rancho ubicado en Texas, lugar en el que residían no más de 40 vaqueros. Ellos se dedicaban a montar un rodeo en las cercanías del lugar, así como la ganadería y la agricultura. Pero todo cambió en abril de 1845.
En esa época se estaba gestando una guerra entre México y Estados Unidos, y por azar del destino, la primera batalla del conflicto armado se llevó a cabo en aquel rancho, y a partir de ese momento, la vida de los vaqueros de Carricitos no fue la misma.
Ambas fuerzas armadas tomaron el lugar durante la batalla, por lo que los civiles tuvieron que dejar su ‘tierra’ de un momento a otro, sin sus pertenencias y con mucha incertidumbre.
Pudieron montar un campamento, y pasaron unos días ahí. Cuando les llegó la noticia de que los soldados se habían retirado respiraron y sintieron un gran alivio, sin embargo las penumbras no habían terminado.
Al llegar, el lugar en el que habían pasado toda su vida estaba casi totalmente destruido, los cultivos completamente arruinados; el ganado muerto en su mayoría y los caballos del rodeo desaparecidos. Habían dejado a los vaqueros sin nada. Ellos sin pensarlo le pidieron ayuda a los pueblos cercanos, pero tanto mexicanos como estadounidenses los acusaron de traidores ya que, según todos, resguardaron a las fuerzas enemigas en su rancho; así que les dieron la espalda. No quedaba de otra, los vaqueros tenían que empezar su vida
desde cero, y seguramente en otro lugar.
Pasaron algunos días perdidos en el desierto de Sonora, sin rumbo ni esperanzas. Hasta que una noche, alrededor de una pequeña fogata que hicieron para calentarse un poco, 3
de los más jóvenes del grupo, hartos de la situación, tomaron la palabra. Querían
reinventarse, nada sería igual; y convencieron al resto de seguirlos. Estaba por comenzar una nueva era para los vaqueros de Carricitos.
Comenzaron por cambiar su identidad, necesitaban algo más fresco si querían sobrevivir y salir adelante. Y lo primero que cambiaron fue que ya no buscarían un lugar para asentarse, vivirían como nómadas, así se aseguraban que nadie destruyera sus bienes. Ya no tenían caballos, ni para los rodeos ni para transportarse en ellos, así que mientras ideaban cómo
conseguir otros decidieron fabricarse sus propios ‘corceles’. Tallaron tablas de madera y lograron hacer ruedas Dios sabe cómo, al final le agregaron un manubrio en el frente para el equilibrio, y así, fueron los pioneros de lo que décadas después fue conocido como ‘patín del diablo’. Emprendieron un viaje, comenzaron a trasladarse hacia el sur de México, pasando de pueblo en pueblo haciendo lo que pudieran para ganarse unas monedas y poder sobrevivir. Con el tiempo aprendieron diferentes trucos con la tabla, los más hábiles la
comenzaron a usar sin manubrio. Además modificaron un poco su vestimenta, con el fin de sentirse más ligeros y con más libertad para moverse, pero siempre manteniendo la esencia, la estética y el alma de vaqueros.
Las voces corrieron, y su nuevo rodeo se hizo famoso. Con el tiempo, casi cada poblado del país esperaba con ansías la llegada de ‘Los Petizos de Carricitos’, como se les comenzó a llamar debido al pequeño tamaño de los ‘caballos’ en los que montaban para llevar a cabo sus actos.
Así, Los Petizos de Carricitos pasaron a la historia como leyendas, inspirando a un incontable número de personas a lograr lo impensable. Siempre serán recordados por sus acrobacias, sus rodeos, la pasión con la que siempre actuaron y cuidaron del grupo, la forma en la que resistieron las circunstancias y no se dejaron vencer. Y su historia seguirá pasando de generación en generación...