K'oumori

K'oumori

by Alex Koumori

Auge y caída de los K’oumori

Texto por José Luis Rangel

En la biblioteca personal del erudito Guillermo Tovar y de Teresa se encuentra un ejemplar excepcional que mucha gente ha querido tachar de apócrifo. Se trata de un suplemento que

supuestamente hubiera realizado Alexander Von Humboldt a su Vues des cordillères et monuments des peuples indigènes de l’Amerique en el que describe al muy fabulosos pueblo

de los K’oumori y sus costumbres tan sorprendentes como únicas. La importancia de este libro (y probablemente la razón por la cual muchas personas han querido negar su autenticidad) radica en que parece describir a un grupo que, muchos siglos más tarde, se manifestaría de nuevo en el mismo seno de nuestra sociedad.

No hay mucho que decir sobre el volumen. Su formato continúa el estilo experimental de las Vues des cordillères... y se asemeja más a un libro de recortes que a una crónica histórica. Su única particularidad reside en la enorme cantidad de material gráfico que contiene, por motivos que más adelante quedarán claros. Lo que hace al tomo tan asombroso (y para algunos, tan peligroso) es lo que en él se relata con respecto al pueblo legendario de los K’oumori y su larga búsqueda que según se dice, continúa hasta nuestros días.

I - Sobre el origen de los K’oumori


Recordemos que la leyenda de Aztlán nos dice que los fundadores de la hoy llamada Ciudad de México llegaron provenientes de un lugar mítico conocido como “lugar de las siete cuevas”. Estas cuevas no serían algo alegórico sino auténticos hoyos en la piedra donde hubieran habitado cada una de las siete tribus nahuas que luego emigrarían para fundar Tenochtitlán. Según algunos historiadores, Aztlán no sería el lugar idílico que los cuentos describen, sino un infierno sobre la tierra debido al tiránico mando que ejercían sobre los demás los Aztecas Chicomoztocas, la tribu lider.

Pues bien, sostiene Humboldt que con estas siete tribus originales habría que incluir una octava, menos apta para la vida en comunidad, que los tiranos chicomoztocas decidieron dejar fuera de las cuevas con la esperanza de que el frío y las bestias la desaparecieran. Eso no sucedió y la tribu ostracizada terminaría por ser la primera en emigrar. Alrededor de 1065 a.c., el pueblo que nos atañe inició su largo peregrinar por el mundo. De este exilio, dice Humboldt, hay trazas desde Utah hasta los territorios guaraníes del Paraguay.

Lo fundamental de este exilio es el efecto duradero que tendría en la cosmovisión de los exiliados: al no haber tenido nunca acceso a las cuevas de Aztlán, los parias desarrollaron

infinidad de teorías acerca de lo que había dentro de ellas. Si habían sido privados de entrar debía ser porque en ellas habitaba algo maravilloso y prohibido. Con el tiempo olvidaron la ubicación de su lugar de origen y se convencieron de que esas cuevas eran la entrada a otro mundo, un mundo diferente. Un mundo mejor.

II - Características del pueblo K’oumori

La principal doctrina o creencia de este pueblo gira entonces en torno a la existencia de un lugar utópico, oculto en algún lugar del mundo, al que deberían regresar. Lo que haría utópico a este lugar es fascinante: los K’oumori habrían creído que dentro de la red de cuevas de Aztlán se encuentra la fuente de la que surgió el primer humano. Todo el mal del mundo, todo el odio y la intolerancia, no se deben más que al hecho de que esta fuente está, de alguna forma, mancillada o sucia. El regreso del pueblo elegido al origen les permitiría limpiar esta fuente para eliminar el mal del mundo.

Esta visión utopista de la vida tuvo un impacto gigantesco en el estilo de vida de los K’oumori. De entrada, su búsqueda del paraíso arrebatado los condenaba a una existencia nómada. Más aún, los K’oumori aceptaron pronto que nada que ellos produjeran podría durar, pues una vez regresando al origen todo empezaría de cero.

Muchos de sus hábitos reflejan esta aproximación temporal a la vida. En vez de practicar la agricultura o inventar métodos de conservación de los alimentos, los K’oumori se alimentaron solamente de aquello que podía ser consumido en el momento. De hecho, su nombre proviene del vocablo Ki’ Umori (“recogedores de alimentos sabrosos”), un nombre que les pusieron los mayas a su paso por el centro del continente.

Otra característica fabulosa de los K’oumori se encuentra en su lengua. Habiendo razonado que en la Fuente no sería necesaria la palabra, pues todo el mundo se entendería sin necesidad de lenguaje, los K’oumori decidieron que no valía la pena desarrollar una lengua como lo hicieran los demás pueblo de México. Siempre que fuera necesario comunicar una situación, era preferible llevar a cabo esta situación en el momento: por ejemplo, beber agua era la forma de comunicar que la persona tenía sed y el verbo “dormir” se comunicaba echándose a dormir. Inevitablemente, surgirían situaciones que no pudieran ser comunicadas en el momento: anunciar la muerte de una estrella, por ejemplo, era imposible de comunicar a menos que la persona hiciera estallar un astro, lo cual está fuera de toda capacidad humana. Los K’oumori argumentaron entonces la necesidad de imágenes vívidas para comunicar

conceptos más inaccesibles. Estas imágenes, creadas por los miembros más hábiles de la tribu, eran estampados en su ropa o en la naturaleza y eran una expresión profunda de su miedo e inquietud por regresar a la Fuente. Las imágenes que aparecen en el libro de Humboldt son las pocas que sobrevivieron a las inclemencias del tiempo y que el explorador copió en sus cuadernos.

Esto nos lleva a la tercer gran particularidad de la vida K’oumori. Los nómadas, que recorrieron gran parte de la meseta americana, debían estar preparados ante cualquier fenómeno meteorológico. Por lo tanto su ropa debía adaptarse a cualquier circunstancia. Pero también,
la ropa debía permitirles comunicar lo más posible sin tener que perder el valioso tiempo que podían dedicar a la búsqueda de la Fuente. Entre los sketches de Humboldt aparecen prendas estampadas que se asemejan casi a prendas contemporáneas: un proto pantalón, una tshirt primitiva e incluso algo que a todas luces parece una chore coat.

III - Legado de los K’oumori: los Utopistas o Cumorianos

La teoría de Humboldt (contestada por Alfredo Chavero) atribuye la desaparición de los K’oumori a los cambios meteorológicos sumados a su mala alimentación. En la obra menor de Viente Riva Palacio encontramos incluso un cuento que relata la errancia de dos hermanos a través del continente americano en búsqueda de un manantial, en donde muchos han querido ver una alegoría los últimos supervivientes de la tribu K’oumori. Como sea, los nómadas K’oumori nunca conocieron a los españoles, con quienes tuvieron en común la esperanza de hallar una utopia en América Latina.

Aquí viene lo importante para nosotros: en los años 60, con la popularidad de las doctrinas New Age y la obra de Carlos Castaneda, empezó a distribuirse en algunas círculos una novela

de ciencia ficción llamada El auge humano en el que una civilización precolombina viajaba al futuro nadando contra corriente en un manantial del que nacían personas.

Casi una década después, el gobierno mexicano frenaría la impresión de una publicación llamada Demasiado mundo: crónica de un regreso a la Fuente. A primera vista, las ideas del facsímil parecen absurdas. ¿Por qué llamaron entonces la atención de los censores? Sin duda porque, de ser ciertas, las implicaciones que tendrían sobre el mundo tal y como lo conocemos serían inconmensurables.

Demasiado mundo plantea que el manantial de la novela El auge humano existe y no es otra cosa que la Fuente que buscaban los K’oumori. Los autores anónimos del panfleto, que se

describen a sí mismos como Cumorianos y a veces como Utopistas, aseguran que esta Fuente no se encuentra en América sino en África, lo cual explicaría que los K’oumori nunca dieran con ella. Los Utopistas afirman que en cada país del planeta hay individuos ocultos que pertenecen secretamente a la tribu y dedican su vida a encontrar el mítico lugar. Incluso describen algo llamado La Transición, una técnica ancestral que les permitiría viajar telepáticamente a la Fuente. La razón del secreto tendría que ver con la certeza del peligro que supondría que la Fuente cayera en manos erróneas. Pero nada puede permanecer oculto por siempre, y el facsímil concluye diciendo que el descubrimiento de la ubicación exacta de la Fuente está muy cerca de ser revelada.

IV- Conclusiones
La historia de los K’oumori, relegados al olvido, nos recuerda una triste verdad: que sólo sobrevive aquello que fue creado por los ricos y poderosos. Los K’oumori pagaron un alto precio por aferrarse a su sueño utópico. Oponerse a la esencia misma de la Historia tiene como consecuencia ser expulsado de esta.

En tiempos de crisis como el que estamos viviendo, que usualmente acompañan un periodo de transición, nos sentimos empujados a voltear la vista sobre la acumulación de ruinas de nuestro pasado y soltar un largo lamento. Quizás, la Fuente de los K’oumori no sea un lugar terrenal, sino la materialización de esa pequeña esperanza que nos hace creer que un mundo mejor se encuentra bajo la superficie de este. En ese sentido, todos estamos buscando la Fuente.